Todo comenzó hace 10 años. El Sr. Dervaes llegó a casa con unas tortillas de tacos para sus hijos y sólo días después se enteró que esa misma marca estaba retirando sus productos del mercado porque erróneamente habían sido fabricados con maíz genéticamente modificado. Para él, alimentar a sus hijos con alimentos “poco saludables” como él señala no era lo que quería y fue en ese momento que decidió hacer un huerto en casa…pero ese huerto en realidad se convirtió en una granja urbana que acapara los 400m2 de su jardín.
Al principio ni sus vecinos ni su familia entendía qué estaba haciendo, ni por qué lo hacía. De hecho cuenta que una de sus hijas ni siquiera salía al jardín cuando estaba con sus amigos para que no creyeran que su padre era un loco. Ahora 10 años después todos en casa –y los alrededores– están felices con el resultado…y bastante impresionados.
Esta es la huerta urbana de la familia Dervaes. Lo increíble es que están a 15 minutos del centro de la ciudad de Los Angeles.
Su impresionante capacidad de aprovechar el espacio, les ha permitido cultivar 400 especies diferentes de plantas, vegetales y frutas.
Hay fresas, ajíes, pimientos, árboles frutales…
Incluso tienen flores comestibles.
Toda la familia ayuda en la granja urbana.
Su hija cocina.
Ella está encargada de los animales.
Su hijo cosecha junto a él.
Y anualmente generan cerca de 2.700 kg de alimentos orgánicos.
El Sr. Dervaes nunca imaginó que su jardín podría alimentar a toda su familia.
Ni que sería tan exitoso que llegaría a posicionarse en el mercado local y vender 20.000 dólares en alimentos orgánicos al año.
Él es uno de los chef locales que compra sus productos altamente apetecidos.
La familia Dervaes prácticamente tampoco tiene aparatos electrónicos. No hay microondas y su licuadora es manual…
Y la escasa energía que utilizan proviene de sus paneles solares y sólo gastan 12 dólares en energía al mes.
Gastan incluso menos en combustible…porque tienen una estación de biodiésel en el jardín trasero. Generan combustible con la grasa y aceite usado que les regalan los restaurantes locales ¡Es increíble!
También tienen su propia colmena para consumir miel.
Y su propio compost orgánico gracias a la ayuda de las gallinas, cabras y gusanos.
Lo único que compran afuera es lo que no pueden cultivar, como el maíz, arroz y la avena. Y por supuesto, siguen una dieta vegetariana.
Ellos llaman a su granja El Camino a la Libertad.
F/upsocl
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